Autor: Manuel Perales Solís
Fecha de publicación: Diciembre de 2024.
La hacienda agrícola de Santa Isabel, dedicada desde la segunda mitad del XIX principalmente al cultivo del olivo y de cereal al tercio, y con una pequeña extensión para huerta, ocupaba un lugar privilegiado en el fértil meandro que forma el Guadalquivir en la zona conocida como “Dehesa Cerrada”. Junto a la hacienda de Los Mártires, dominio de la casa nobiliaria de Antillón, Santa Isabel disponía de una superficie agrícola aproximada de cincuenta y cuatro hectáreas, antes de su parcelación y posterior venta a diferentes propietarios, a partir de los años ochenta del pasado siglo.
El acceso a la Dehesa Cerrada se hacía por la antigua barca del Hormazal, al final del camino del Barco, o dando un gran rodeo a través de la Huerta del Río y Salto del Lobo, siguiendo siempre la ribera del Guadalquivir en el sentido de la corriente, cuando las riadas impedían el paso por la citada barca. Otro itinerario alternativo fue por el viejo camino de carne, conocido como “Camino Partidor de la Dehesa Cerrada”, utilizado por los carros que transportaban las cosechas. En la década de los setenta también se usó, para acceder a Santa Isabel, una barca de maroma propiedad de la finca de Los Mártires, próxima a la estación de Marmolejo.
Tras la venta por subasta de los bienes comunales que el municipio disponía en una amplia zona de la Dehesa Cerrada hacia 1841, estas tierras fueron adquiridas principalmente por diferentes vecinos de la localidad. En total, 374 fanegas fueron divididas en 58 suertes en donde empezaron a plantarse los olivos que hoy conocemos. Al cabo de los años, algunas de esas suertes o parcelas, pasaron a manos de hacendados foráneos como fue el caso de la finca de Santa Isabel, adquirida por un integrante de la burguesía agraria arjonera, Bernabé Muñoz-Cobo y Úbeda, que había casado con la también propietaria de esa localidad, Isabel Serrano Serrano (1), de ahí la denominación que se le impone a la hacienda y casería. Isabel Serrano era hermana de Luisa Serrano la consorte de Eduardo León y Llerena, sobrina carnal por parte materna, del general Serrano.

Etapa de Bernabé Muñoz-Cobo y Úbeda:
La casa y molino de Santa Isabel se terminó de construir en 1861, como reza en la loza de piedra que existe sobre el dintel del balcón principal de su fachada. En su ejecución se empleó la técnica de muros de tapial, de considerable grosor, para las distintas dependencias, reforzados en las esquinas con sillares de piedra molinaza perfectamente labrados y pulidos, destacando un reforzamiento vertical de sillares de molinaza, en mitad de los muros laterales del cuerpo principal de la casa; recurso que le daba bastante consistencia a este edificio de dos plantas. Era una casa preparada para residencia de los dueños, con zonas más nobles tanto en el primer cuerpo como en la planta alta, cuya fachada está presidida, en su eje central, por un amplio balcón situado sobre la puerta principal; ambos vanos fueron embellecidos con recercos de piedra azucareña. A su derecha e izquierda se disponen, simétricamente, ocho ventanales que disponían de rejería de forja y carpintería de madera actualmente desaparecida.
Como se ha apuntado, esta propiedad perteneció, en el origen de la plantación de los olivos en el pago de la “Dehesa Cerrada”, a Bernabé Muñoz-Cobo y Úbeda, gran hacendado de Arjona, ciudad de la que fue alcalde constitucional en 1853 así como en los primeros años de la Restauración alfonsina. Dada su afición a la cría de caballos, desempeñó también el cargo de “Caballerizo de Su Majestad” en la provincia de Jaén por delegación del Caballerizo Mayor del reino durante la monarquía de Isabel II. Sus yeguadas con sangre de varias castas extranjeras, y sobre todo hispano-árabe, eran dignas de admiración en los certámenes de ganadería, por la afinación y alzada de algunos de sus potros. Además de gran contribuyente de Arjona, con derecho a la elección de compromisarios para la elección de senadores, Bernabé lo fue también de Marmolejo a la altura de 1877 (2). Su parentesco con el Duque de la Torre lo convertirá en un asiduo invitado a las monterías que, con cierta frecuencia, el influyente prócer liberal celebraba en su dehesa del Socor en la serranía montoreña, a donde acudían las más relevantes figuras del mundo de la política y de los negocios y personas de la máxima confianza del general Serrano.
Por causas que desconocemos, previsiblemente alguna inversión patrimonial desafortunada, empezaron a lloverles los embargos de sus acreedores a partir de septiembre de 1883. En el acto ejecutivo llevado a cabo por el juez de instrucción del distrito del Sagrario de la ciudad de Granada, impulsado por el vecino de dicha ciudad don José Sedeño Fernández, sobre pago de 10.000 ptas, se sacaba a subasta la finca denominada “Haza del Hospital”, situada en la “Tablada” o “Racho” del término de Arjona, de 1.494 estacas, con más de 12 hectáreas (3).
Otro embargo se ordenaba en Granada, a fecha de 6 de noviembre de ese mismo año, por el juez don José Casas y Pavón, a instancias del vecino de dicha ciudad, don Luis de Mazarredo, sobre pago de 125.000 ptas, más intereses y costas. Se sacaban a subasta un estacar en la finca “El Saltillo”, de Arjona de 1.297 pies y una extensión de 10 hectáreas. Otro estacar en el sitio de “Tablada de Hediondo”, de 923 plantas y una superficie de más de 7 hectáreas. Otro estacar en el sitio de “Las Casillas”, de 1.637 plantas, con 14 hectáreas de superficie. En el cortijo de “Los Mostazos” se sacaban a subasta 616 estacas comprendidas en 5 hectáreas de terreno. Igualmente en el mismo lugar 2.870 olivos con 25 hectáreas, más las tierras calmas denominadas de “La Torre”, con una superficie de 58 hectáreas (4).
Dos meses después se decretaba la subasta de la hacienda de “Santa Isabel” en el término de Marmolejo, en virtud de una demanda ejecutiva efectuada por el juzgado de primera instancia de Andújar. Gracias a la descripción de sus bienes y pertenencias podemos conocer el rico patrimonio arquitectónico e industrial de la casería de Santa Isabel: Dice así: “Don Francisco Martínez Cantero, Juez de primera instancia de Andújar, por el presente y a virtud de demanda ejecutiva que se sigue en este Juzgado a instancia del procurador don Francisco Javier Gómez, en nombre de don Ramón Collado Nogales, vecino de Granada, contra don Bernardo Muñoz Cobo, que lo es de Arjona, sobre cobranza de cierta cantidad de principal, réditos y costas, se sacan a subasta pública para su remate en venta y por el importe de su tasación, las fincas siguientes:
-Un cuarto de olivar denominado “del Río” en la hacienda de Cerrada, término de Marmolejo, compuesto de 544 pies de primera, segunda y tercera calidad, ha sido tasado en 5.440 ptas.
-Otro olivar conocido por el del “Cortijo”, perteneciente a dicha hacienda, compuesto de 1.300 plantas, valorado en 12.177 ptas.
-Otro olivar llamado de “la Casería” (Santa Isabel) compuesto de 1.273 pies, valorado en 13.366 ptas.
-Otro llamado del “Pozo”, perteneciente a dicha casería, compuesto de 1.350 plantas, valorado en 15.686 ptas.
-Una casa principal o recreo, enclavada dentro de la parte rústica que se deja deslindada, contigua al molino y patio del mismo, componiendo toda la parte urbana una extensión superficial de 980 metros de la cual hay cubiertos 558 y los 340 restantes de patio con troges; la casa consta de dos pisos; en el bajo se encuentra portal de entrada, cocina, cuarto dormitorio, dos salas y una de ellas con la alcoba, repostería, cuerpo de escalera, tres casillas de aceituneros, cuerpo de molino y cuadra con 30 pesebres; en el piso alto se encuentra recibidor, cocina francesa, un cuarto, tres alacenas, antesala y sala con dos alcobas; y considerando su buen estado, la clase de construcción y la de sus materiales, ha sido tasada en 15.010 ptas.
-Separado del edificio pero contiguo a este, se encuentra un pozo de noria y un acueducto montado sobre arcos tabicados, de 130 metros de longitud, para conducir el agua a una alberca o recipiente construido de piedra labrada capaz de 7.000 arrobas destinadas al riego de un jardín que hay en la puerta de la casería, con una extensión de 57 áreas y 7 centiáreas, equivalente a una fanega de tierra, sobre la cual hay 212 naranjos, 60 granados, 21 manzanos, 18 olivas pequeñas y hasta 422 árboles entre frutales y de sombra, valorado en la cantidad de 3.600 ptas.
-Una maquinaria de aceite que hay en la expresada casería de la hacienda de Cerrada, la cual constituyen una prensa hidráulica en perfecto estado, provista de movimiento, con su correaje respectivo, valorada en 5.500 ptas.
-Una caldera para calentar el agua con su correspondiente hornillo y parrillas, valorada en 500 ptas.
-Un rulo con su alfange, depósito para la masa y su movimiento, en 3.000 ptas.
-Una muñecadora con su movimiento, en 550 ptas.
-Dos bombas para elevar el agua y aceite, con sus tuberías, en 500 ptas.
-Una fragua portátil con sus útiles, en 100 ptas.
-Cinco depósitos de chapa de hierro capaces de contener 1.700 arrobas (27.200 litros), en 2.975 ptas, y otros varios útiles anejos al mismo artefacto, en 250 ptas.”
Se subastaban igualmente otras propiedades de Bernabé Muñoz Cobo en el término municipal de Arjona: una haza de tierra denominada “Las Moreas”, de 26 fanegas, y un olivar denominado “Albaida” o “Canillas”, de 28 fanegas y 1.434 olivos (5).
Todavía un cuarto embargo se ordenaría por el juez don Rafael Estrada Burgos, del distrito del Salvador de Granada a instancia de don José Gago. Esta vez afectaría a una finca de 550 olivos en “Callejón de Canillas” de Arjona, a un molino aceitero con dos vigas y a una casa contigua al citado molino en la calle Peñuelas de dicha localidad (6).
Etapa de Doña Angelina García Villarías:
En el Catastro de Rústica de 1905 la finca aparecía ya registrada a nombre del propietario marmolejeño, Vicente Orti Escolano, hijo del filósofo y profesor de la Universidad Central de Madrid, Juan Manuel Orti y Lara (7). El total de plantas de esta finca era de 4.467 a lo que había que añadir una extensión dedicada a huerta junto a la ribera del Guadalquivir donde, por esos años, existía otra casa para el hortelano. Previsiblemente esta huerta junto al río fue incorporada a la finca en años posteriores a la propiedad de Bernabé Muñoz-Cobo.
Vicente Orti Escolano, nacido en 1857, del matrimonio de Juan Manuel con Amalia Escolano Fenoy, casó en Madrid con Angela García Villarías y tuvieron seis hijos: Marina, Florentino (ingeniero de minas), Ángela, Socorro (casada con José Burlo García del Prado), Juan Manuel (oficial de la Armada) y Vicente. El matrimonio vivió a caballo entre Madrid y Marmolejo, en donde disponía de un importante patrimonio agrícola heredado de sus antecesores. Vocacionalmente había recibido del padre el amor por la filosofía y además se dedicó a la traducción de obras de temática filosófica pero, sobre todo, de textos de contenido religioso de autores franceses y alemanes. Su compromiso con la fe católica, motor fundamental en su actividad intelectual, le llevó a ser presidente de las Conferencias de San Francisco de Asís en la sociedad de San Vicente Paul. Su fallecimiento en Madrid, a los cincuenta años de edad, el siete de octubre de 1907, tres años después que su padre Juan Manuel, hace que Angela García, “Doña Angelina” (así era conocida), tomara las riendas del patrimonio agrícola y viaje más a menudo desde la corte hasta Marmolejo, donde con los años fijaría residencia estable en la calle Perales, casa en la que disponía de un antiguo molino de viga, con torre de prensado para la molturación de sus aceitunas al que se accedía por el callejón del Pino . Sus aceites obtenían, en mayo de 1911, el sexto premio en el concurso regional de aceites de oliva convocado por la Cámara de Comercio e Industria de Córdoba, consistente en un objeto de arte donado por los infantes don Carlos y doña Luisa (8).


“Doña Angelina” había nacido en Medina de Rioseco, provincia de Valladolid. Era hija de Florentino García y de Rufina Villarías Ruiz, matrimonio que poseía diversas propiedades en aquella localidad, parte de las cuales heredaba Ángela y sus hermanos al fallecimiento de su madre en la primavera de 1876 (9). La gestión de sus fincas en Marmolejo, entre ellas Santa Isabel, se las encomendó a Juan Solís Robles y, al fallecimiento de éste en 1928, a su hijo Mateo Solís, quien se mantuvo como administrador hasta la muerte de “Doña Angelina”, en 1948 (10).
Juan Solís fue un pequeño hacendado que integró la lista de mayores contribuyentes locales con derecho a elección de compromisarios para la elección de senadores. Formó parte de la Junta Pericial Municipal durante el mandato del alcalde conservador José Alcalá Orti en 1914. La noticia de su fallecimiento era recogida en la prensa provincial con la siguiente necrológica: “Entregó su alma a Dios Don Juan Solís Robles, padre del párroco de San Bartolomé de esta capital, don Pedro Solís Rodríguez. Caballero y cristiano, el señor Solís contaba con numerosas amistades, siendo su muerte sentidísima” (11).



Su hijo Mateo, cuando se hace cargo de la administración del capital agrícola de “Doña Angelina”, pasa algunas temporadas en Santa Isabel con su familia, integrada por su mujer, Natividad Robles Perales y sus ocho hijos, cinco hembras y tres varones: Ana, Juan, Ángela, Pilar, Bartolomé, Pedro, Carmen y Rosario. Mateo ha de repartir su tarea de encargado-administrador entre Santa Isabel y el resto de propiedades. También se dedica por cuenta propia a la correduría de aceites con la casa “Mueloliva” de Priego de Córdoba. Parte de su trabajo consistía en planificar y supervisar las tareas que se han de realizar en el campo, principalmente en épocas de recolección de las aceitunas. Algunas veces tiene que hacer noche en las caserías de Santa Isabel, Las Labraillas o Aguilera, a donde se traslada en una yegua blanca (12). Su vida estuvo siempre vinculada a la casa de doña Angelina desde los años de su adolescencia y juventud. Tanto es así que, aún soltero, las noches que pernoctaba en Aguilera en tiempos de recolección, se desplazaba, tras terminar las faenas de las cuadrillas, a la caída de la tarde y sin apenas luz del día, con su escopeta de caza, hasta la casilla de Bartolico Robles, en la Loma de las Candelas, para ver a su futura prometida, Natividad, hija de Bartolomé Robles Serrano y de Cabeza Perales Fernández. Contaba su hija Ángela Solís cómo en los primeros días de noviazgo (años iniciales del siglo XX), cuando aún la familia de Natividad desconocía la relación de ambos jóvenes, una noche, el padre, al asomarse a la ventana de la casilla, vio el bulto de un hombre con una escopeta al hombro. Pensando que podía ser algún integrante de las partidas de contrabandistas que frecuentaban los caminos de la cercana sierra, se lo comentó preocupado a su mujer. Fue entonces cuando Natividad hubo de desvelar el secreto tan bien guardado (13).
Con la llegada de la Guerra Civil, la finca de Santa Isabel es colectivizada por el Comité Ejecutivo del Frente Popular junto a la vecina de “Los Mártires”, propiedad de Antonio Pérez de Herrasti, conde de Antillón, pasando a estar gestionadas por las colectividades agrícolas, “Pablo Iglesias” y “Defensa de la Agricultura”, afines al Partido Socialista y a la UGT. Al acto de incautación de los Mártires asistieron el presidente del Frente Popular, Pedro Liébana Gómez y el secretario José Barragán Perales que se personaron en la casería donde se encontraba el encargado Manuel Victor Morales Santos quien no opuso resistencia alguna, procediéndose a la elaboración del inventario de los bienes materiales y de naturaleza animal (herramientas, maquinaria y ganados) que había en el cortijo (14).
Mateo Solís era hecho prisionero por las milicias republicanas el 23 de julio de 1936, y nos describe en su cuaderno de notas (15), que fue llevado al Ayuntamiento y poco después a la Carnecería. El día tres fue trasladado a la prisión provincial de Jaén, junto a veintidós personas más del ámbito de la derecha marmolejeña , y unos días más tarde a la catedral, habilitada como cárcel, hasta el final de la guerra. Meses después, coincidiendo con la Nochebuena de 1936, se decretaba por las autoridades locales republicanas la evacuación del pueblo para evitar daños a la población civil ante el inminente avance de las tropas de Queipo de Llano y la posibilidad de intensos combates entre las milicias que defendían Marmolejo y las tropas sublevadas. Muchas familias buscarán refugio en caserías y huertas del término municipal; Natividad y sus hijos deciden marchar a Santa Isabel para alejarse del peligro, pero finalmente buscan el amparo de un viejo conocido de la familia, Francisco Barragán, “Frasquito Miguel”, que estaba de casero en el Cortijillo de los Mártires y con el que mantenían una relación de leal amistad desde los años en que ejerció el puesto de capataz de “Doña Angelina”.
Finalizada la contienda, vemos como “Los Mártires” y “Santa Isabel”, pasarían a estar gestionadas por el militar franquista Manuel Díaz Criado, nombrado en 1940 comandante militar de Andújar y su comarca. Eran cerca de 400 hectáreas de tierras fértiles donde apenas se recolectaban cosechas y en las que campan libremente, numerosas cabezas de ganado vacuno, porcino y caballar, incautado por el ejército sublevado a propietarios de afinidad republicana para lo cual y, en aras de disponer de más extensos pastos, Díaz Criado ordenaba arrancar a cada olivo una de sus patas y en algunos casos dos, quedando en ambas fincas amplias camadas que los futuros los propietarios, dedicaron a la siembra de cereales, leguminosas y algodones.
Este periodo de administración por parte de la autoridad militar debió de finalizar hacia 1945. ”Los Mártires” serán recuperados por el conde de Antillón, Antonio Pérez de Herrasti y Orellana, tras formular varias solicitudes al régimen militar y, respecto a la propiedad de “Santa Isabel”, ésta aparecía en 1947 a nombre de Joaquín Clarés González, industrial hotelero que poseía en Marmolejo el hotel Suizo. Joaquín había nacido en Aljezares (Murcia) (16), y en noviembre del cuarenta y siete promovía, por mediación de su representante en Sevilla, Manuel Ruiz Granados, la solicitud de una concesión de riego ante Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, de 44 litros por segundo, para 43 hectáreas y 67 áreas de “Santa Isabel” (17). Será en septiembre de 1952, cinco años después, cuando su viuda Leocadia Alonso Gálvez obtenga de la Dirección General de Obras Públicas una concesión de 32,50 litros por segundo para riegos, en el periodo comprendido entre el 1 de julio y el 30 de septiembre (18).
Los años de Jerónimo Pérez e hijos:
Ese mismo año de 1952 Leocadia Alonso se la vendía a Jerónimo Pérez Pérez, un mediano arrendatario natural de Montoro casado con Inés Castro Moya que lo era de la pedanía de Morente. Esta mujer inteligente y activa, hija de medianos hacendados agrícolas, contrajo matrimonio con Jerónimo, dedicado desde muy joven al trabajo en el campo y, por tanto, buen conocedor de las técnicas de labranza. Siempre bajo el impulso emprendedor de Inés, empiezan a arrendar fincas en Pedro Abad y más tarde en las cercanías de Córdoba capital, donde marchan a vivir para estar cerca de una explotación agrícola que han arrendado, al tiempo que adquieren una fértil huerta de 10 fanegas en Alcolea, donde cultivan hortalizas y explotan una ganadería de vacas de leche.
Cuando el negocio empieza a irles bien y a obtener réditos suficientes, les viene la oportunidad de ampliar su patrimonio y acuerdan comprar la finca de Santa Isabel, más el “Haza de la Dehesa Cerrada”, junto al río Guadalquivir, conocida también como “El Seminarista” o “Huerta de Santa Isabel”. Tras esta adquisición comparten residencia entre Córdoba y Marmolejo, en una casa alquilada en la calle del Hospital, lindera con el Ayuntamiento. Inés fallece en 1954(19) y Jerónimo queda al frente de las fincas con los diez hijos a su cargo, cinco hembras y cinco varones: Lucía, Juana, Blas, Rafaela, Alfonso, José, Ernestina, Ángela, Francisco y Jacinto, piloto fallecido en un accidente de aviación en febrero de 1956 (20).
Al principio va y viene desde Córdoba aunque, en sus estancias en la villa del agua, hace vida social en el Casino y “La Peña”, donde se da a conocer como una persona de talante sencillo y trato muy humano. También con sus trabajadores se muestra cercano según el testimonio de quienes le conocieron.


Con el tiempo adquirirá una vivienda en la calle Antonio Alcalá para su hijo Pepe, quien se dedicará de manera más estable a la gestión de la finca, a veces compartida con su hermano Alfonso y, el más joven , Francisco, que también pasan temporadas en la casería, sobre todo cuando Pepe ha de trasladarse a Alcolea para encargarse de la explotación de la huerta. El resto de hermanos y hermanas residirán en Córdoba aunque con asiduas visitas por Santa Isabel, donde pasan algunas temporadas, acompañados de sus vástagos aún pequeños, ya que la excelente casa tiene suficientes habitaciones para albergarlos y allí pueden disfrutar de la paz y alegría de la fértil vega del Guadalquivir (21).
Una de sus nietas, María Dolores Pérez, rememora con añoranza sus estancias veraniegas en la finca, paseándose en el caballo, bañándose en el río o en la alberca de la huerta ribereña con el Guadalquivir: “En la que existía otra casa, distinta a la del cortijo principal, que constaba de una salón con chimenea y dos habitaciones a cada lado del portal. Por la parte de atrás estaban las cochiqueras donde se criaban cerdos que se alimentaban con lo que daba el cortijo y después los llevaban a la montanera para que comieran bellotas. Delante de esta casa había una parra que hacía de toldo y dos nogales y una higuera grandísimos”. Recuerda, también, a un perro de raza “San Bernardo”, de grandes dimensiones, y a un caballo y una yegua de raza angloárabe, estupendamente domada, que doblaba las patas delanteras para que ella se pudiera montar.
La huerta tenía una extensión aproximada de 9 fanegas, lindaba al norte con el río, a poniente con el olivar de Los Solises y al levante con otra huerta que llamaban de “Zamarrica”. “En aquella casa vivía el hortelano con su mujer; ella era hija de un tal “Pajarito”, pero cuando el marido enfermó y falleció, marchó a vivir con ella su padre. La huerta conectaba con el resto de la finca con una mangada de olivos de diez o más hiladas, por donde discurría la tubería de riego y en la que se construyó una gran”torreta” para elevar el agua a los diferentes “cuartos” de olivos del entorno de la casa principal . Junto al río, existía una barca, propiedad de la finca, que se usaba para pasar a los trabajadores para que no tuviesen que dar un largo rodeo por la Huerta del Río y el puente de Balneario. Con los años, algunos trabajadores y el propio Pepe Pérez, usarían también la barca de maroma propiedad de Los Mártires para acceder hasta Santa Isabel en su moto “Vespa” (22).
Respecto a la casa principal de la finca, en la fecha en que es comprada por Jerónimo Pérez, ya no queda rastro alguno del viejo molino hidráulico de aceituna, ni de su bodega, convertidos ahora en cuadras y pajares, ni tampoco el jardín de árboles frutales y de sombra que embellecían el frontal de la casería; ni la acequia de más de 130 metros de ladrillo tabicado que llevaba el agua a la alberca para dar riego al bello jardín. Sólo existían, ante su fachada principal, cinco bellas palmeras que le daban a Santa Isabel la imagen inconfundible y majestuosa que aún algunos recordamos. En el lugar del romántico jardín se instala por esos años la era para sacar los cereales que se cultivan entre las camadas de olivos y en las tierras calmas existentes en la “Haza del río”.
Según el testimonio de Santiago Galán,“El Maño”, hacia mediados de la década de los cincuenta (él tenía doce o trece años), Jerónimo se lleva de casera a Santa Isabel a su madre Carmen Osuna Galiot, conocida como “La Serrana”, para sustituir a los anteriores caseros. Éstos habían sido un matrimonio de La Carlota, en los primeros años de la adquisición por Jerónimo, y un tiempo después, Juana “La Obispa” y su marido Pedro Medina “El de la Concha”.
Carmen habrá de cuidar de la limpieza de la casa y de los animales de corral, a cambio de asegurarse la manutención diaria. Esta mujer, oriunda también de La Carlota, había sido la hermana de Francisco Osuna “Vidrio”, uno de los últimos guerrilleros que luchó contra el régimen del general Franco, en el grupo de huidos liderados por el militante comunista andujareño “Gafas” en los años de postguerra, siendo asesinado junto a su compañero Vicente Gómez Díaz, “Quina”, en una redada de la Guardia Civil realizada, en mayo de 1951, en los “Horcajos de Aragón” de la finca de Valquemao (Andújar), cerca del pico de las Buitreras, donde habitualmente tenían su refugio. Por este motivo, Carmen fue molestada reiteradamente por la Guardia Civil y municipales para que “cantara” el lugar donde se refugiaba su hermano. En esos años de control férreo de su vida, es sometida como castigo a trabajos agotadores de limpieza en las calles de la localidad estando ya embarazada. También, su esposo, Pedro Galán Mendizabal, conocido con el seudónimo de “El Maño”, fue detenido y llevado a prisión durante unos días por el simple hecho de ser cuñado de “Vidrio”. Él no era maño sino de Rincón de Soto (Logroño), pero la cercanía con Aragón de su pueblo natal y un acento muy similar, hizo que la gente de Marmolejo lo asociaran con aquella tierra. Vino a cumplir con el servicio militar a Cerro Muriano y cuando se licenció marchó a trabajar a “Los Mártires”. Posteriormente, ya casado con Carmen, y siendo padre de una niña pequeña, a las minas de Los Rasos en el término de Montoro (23).
A Santa Isabel, Carmen llegaba ya viuda de su esposo; con ella van sus dos hijas, Micaela y Josefa y el varón de trece años, que se empeña en el cuidado de las caballerías. A medida que va creciendo, el joven Santiago se implica en las labores de la finca y realiza todo tipo de tareas: desde cuidar al ganado hasta sembrar y recolectar los cereales; trillar en la era aún siendo un adolescente, el sulfatado de los olivos o el cuidado del cultivo del algodón que Pepe Pérez Castro, hijo de Jerónimo, sembraba en las tierras calmas de la ribera y algunos años entre las amplias camadas de olivos. A partir de septiembre también se dedica a regar a manta los olivos con el agua que viene desde el Guadalquivir, impulsada por un motor diesel. La casería carece de luz eléctrica y se han de alumbrar con candiles. Algunas noches de invierno, cuando la leña falta, Santiago sale a buscarla a las choperas del río para poder encender la amplia chimenea de la cocina junto a la que hacen vida los días de invierno.
Los caseros, ocupan los cuartos que dan al patio en la planta baja, mientras que las habitaciones del cuerpo delantero las ocupan los dueños. También las hijas de Carmen ayudan a la madre en la limpieza de las estancias y en el cuidado de las numerosas aves de corral que pululan por los entornos de la casería y, cuando llegue la recolección, se integrarán en las cuadrillas de aceituneros, aunque Josefa pronto se emplearía en el servicio doméstico de las fondas que acogen a los agüistas, en Marmolejo.


Su hermana Micaela va a sustituir a la madre en el oficio de casera, junto a su marido Antonio Lozano Reca “Muñeco”, cuando marche a vivir a Marmolejo, hacia 1964, a la casa que han construido con muchos esfuerzos en el barrio de Belén. El matrimonio cuenta con tres hijos pequeños: Alfonsa, Pedro y Carmen que acuden a una escuela particular, que de manera altruista, imparten los hermanos Juan y Manuel Lozano “Potrica” empleados en el cortijo de los “Mártires” donde también trabaja de capataz Paquito “Chavico” y otros jornaleros eventuales de Marmolejo. Allí, los niños compartirán también enseñanzas y juegos con los hijos de los caseros, Manuel “Amparico” y su mujer Salvadora (24).
En lo que respecta a Josefa Lozano, según su hermana Alfonsa, marchó pronto de la casería y casó con Alfonso Robles Ruiz, empleado de Obras Públicas en el arreglo de carreteras. Había heredado el oficio de su padre, Manuel Robles “Cascarria”, peón caminero en la caseta de peones camineros de la Campana, donde se había criado Alfonso.
Santiago “El Maño”, recuerda como en la época de recolección acudían muchas familias para recoger las aceitunas. Se desplazaban andando desde Marmolejo por el camino del vado de los Tejares, tomando luego dirección hacia el río. Cuando llegaban a la altura de los olivos de Los Solises, limítrofes con la huerta de Santa Isabel, lo cruzaban en la pequeña barca que él mismo se encargaba de manejar.
Entre las personas que formaban la cuadrilla, se encontraban José Mánguez con su mujer y su hija Mariana; Frasquito Lozano “El Chindo” y su mujer Genara con su hija Manuela; Juana Vicaria, hija del “De los Peces”; los hermanos Pepe, Manolo y Juan Alférez Alcalá, que vivían en una casilla junto al camino del Recoche. Ellos se dedicaban, fundamentalmente, al acarreo de las aceitunas con mulos hasta la Cooperativa, aunque también ayudaban en las tareas de vareo y envasado del fruto.
Manuel Alférez Alcalá con su hermano Pepe cargaban a cada mulo tres sacos y pasaban la barca de la calle Zapateros para no tener que dar un rodeo por la Huerta de Río. Pero si el Guadalquivir venía crecido, el transporte lo efectuaban en un carro de la finca por el camino de La Marquesa. En ese mismo carro, Pepe, trasponía en la temporada de riegos hasta Andújar para comprar el gasoil que abastecía al motor que había junto al río. Durante el año los hermanos Alférez, echaban también largas temporadas de muleros labrando los olivos y los algodones de Santa Isabel si bien, Pepe, era requerido en ocasiones por el encargado para realizar trabajos en la huerta que poseían en Alcolea desde donde llevaba a Córdoba las hortalizas y la leche que producían las vacas adquiridas años atrás por Jerónimo e Inés.
La mayoría de los aceituneros y aceituneras residían en Marmolejo, pero algunos años vinieron una familia de Montalbán formada por un matrimonio, Francisco Moreno y su mujer Isabel Segovia y sus cinco hijos: Josefa, la mayor, José, Teresa, Antonio y Francisco. A Francisco Moreno le decían “El barbero” porque ejercía esa profesión en su pueblo. Llevaba varias temporadas recolectando los algodones del cortijo de San Julián y de Los Mártires con su toda su familia. Por mediación del joven Manuel Alférez, quien conoció a Francisco tomando el vino en la casilla que tenía el barquero, acabaron acoplándose en la cuadrilla de Santa Isabel a donde volvieron los siguientes inviernos. El joven Manuel acabó ennoviándose con Josefa, hija de Francisco, con la que casó años después. Esta familia del “Barbero” y la de un hermano suyo, llamado Manuel, con su mujer y tres hijos, vivían en la casería durante el tiempo que duraba la campaña, así como también otro matrimonio de Marmolejo, Juan Casas Robles y Amparo López Castillejo “La Gitana”, con un hijo pequeño, Diego, al que no tenían con quien dejarlo en el pueblo. Un hermano de Amparo, Manuel, era el casero y tractorista de la cercana casería de Los Mártires (25).


Santiago Galán deja de trabajar en Santa Isabel a la edad de 28 años. Ya ha aprendido el manejo del tractor pues se ha dedicado a labrar las tierras y a realizar las diferentes tareas que requieren los más de 4.500 olivos y tierras calmas que hay en ella. En los inviernos transporta las aceitunas hasta el pueblo y, en alguna ocasión, hasta la almazara de “los Morones” de Arjonilla. Su pericia con el viejo tractor “Ebro” de la finca, le valdrá para trabajar de tractorista en los siguientes años de su vida con otros propietarios de la localidad.
Años después, Manuel Alférez, recuerda viviendo en Santa Isabel a un matrimonio joven: Narciso y su mujer. “La muchacha era hija de un tal Escolástico que vivía en la casilla de Torta. Cuando se casaron, los jóvenes marcharon a vivir a una de las casillas de jornaleros que existían frente al caserón de La Marquesa y desde allí pasaron a la casería de Santa Isabel. Esto debió de ocurrir hacia a 1968 pues Micaela y su esposo Antonio marcharon a trabajar definitivamente a Cataluña, como tantas y tantas familias marmolejeñas y andaluzas hubieron de hacerlo en aquellos años de dictadura, buscando un mejor futuro para sus vidas. Narciso y su esposa debieron de ser, según Manuel, los últimos caseros de Santa Isabel.
Hasta finales de los ochenta, José Pérez Castro, (“Pepe el de Santa Isabel”, como era conocido en Marmolejo), continuó al frente de la gestión de la finca. Había nacido en Morente en 1924 y conoció a su mujer, Rosario Jiménez Ruiz, cuando sus padres marcharon a vivir a la huerta que compraron en Alcolea, lindera con otra, propiedad de la familia de Rosario. Posteriormente el matrimonio se vino a Marmolejo a la calle Antonio Alcalá Venceslada, donde criaron a sus hijos Inés y Enrique (26).
Fue a partir del fallecimiento de su padre en 1976, cuando algunos de los hermanos y hermanas empiezan a vender sus partes (27). Este proceso de venta duró hasta la década de los noventa en que se enajenaron la últimas parcelas, principalmente a agricultores de Marmolejo. Tan sólo una de las hermanas, Juana, decidió conservar la suya. A su muerte, su hija María Dolores, fiel a tantos recuerdos plagados de felices momentos vividos en “Santa Isabel”, aún mantiene la propiedad de sus olivos. A ella, como a sus primos Ricardo García Pérez, y Enrique Pérez Jiménez, criado en Marmolejo y ejerciendo, en la actualidad, su vocación de astrofísico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quedo enormemente agradecido por la colaboración prestada.
Hoy, la bella casería de Santa Isabel, testigo de diferentes etapas de nuestra historia, no es ni sombra de lo que fue; se encuentra en la más absoluta ruina y ha sufrido el expolio de la rejería que cerraba sus balcones y ventanas; el tejado está hundido y el resto de sus dependencias totalmente irreconocibles. Espero que, al menos, estos estudios despierten las conciencias de nuestras futuras generaciones para que sepan valorar y conservar, el rico patrimonio arquitectónico, cultural y etnológico heredado de nuestros antepasados.

ANEXO DE FOTOGRAFÍAS:
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Notas y Fuentes:
(1) Sus padres fueron: Francisco Serrano Santaella y Dolores Serrano Domínguez, hermana del general Francisco Serrano, primer duque de la Torre. Un hijo de Bernabé e Isabel fue de Diego Muñoz-Cobo Serrano (Arjona, 1854-Madrid, 1937), ministro de la Guerra en 1919, y como capitán general de la primera región militar, ejerció la presidencia del Directorio Militar de Primo de Rivera, en 1923. La esposa de Diego Muñoz-Cobo, era su prima hermana, Dolores Serrano Navarro, hija de Ramón Serrano Serrano (hermano de Isabel y de Luisa Serrano Serrano) y de Catalina Navarro Salcedo (hermana de José Domingo Navarro Salcedo, abuelo de Catalina Navarro Parras, conocida en Marmolejo como “La aviadora”).
(2) Fuentes utilizadas para Bernabé Muñoz-Cobo: Crónica de la Exposición Agrícola celebrada en Madrid, firmada por J. Jiménez-Serrano en el diario “La Época” de Madrid, de uno de octubre de 1857, nº 2612; “Boletín Oficial de la Provincia de Jaén”, de 21-3-1853; BOPJ de 13-2-1861; BOPJ de 26-2-1862; BOPJ de 29-9-1875 y BOPJ de 30-7-1877.
(3) Subasta publicada en el BOP de Jaén de 6 de octubre de 1883.
(4) Subasta publicada en el BOP de Jaén de 15 de noviembre de 1883.
(5) Subasta publicada en el BOP de Jaén de 5 de enero de 1884.
(6) Subasta publicada en el BOP de Jaén de 25 de septiembre de 1884.
(7) Catastro de Rústica de 1905, legajo 9204. Archivo Histórico Provincial de Jaén.
(8) “La Lectura Dominical”, de 12 de octubre de 1907 y Diario “El Universo”, de fecha 12 de octubre de 1907. La noticia sobre el premio a sus aceites, molturados en su molino de la calle del Pino, salió publicada en el “Diario de Córdoba de Comercio e Industria”, de fecha 29 de mayo de 1911. Fuente: Ministerio de Cultura, Prensa Histórica.
(9) Boletín Oficial de la Provincia de Valladolid, de fecha 18 de junio de 1876.
(10) Diario “ABC” del 11 de marzo de 1948.
(11) Necrológica publicada por el diario “Patria” de Jaén, el 10 de enero de 1928. Fuente: Archivo Diputación Provincial de Jaén.
(12) Véase artículo sobre la casería de Las Labraillas en la web “El Lugar de Marmolejo”.
(13) Recuerdos de su hija Ángela Solís Robles. Su abuelo materno, Bartolomé Robles Serrano, padre de Natividad, era funcionario municipal y poseyó un pequeño patrimonio olivarero. En algunas ocasiones, como en noviembre 1884, siendo alcalde Ildefonso Costilla Soriano, ocupó interinamente el cargo de secretario del Ayuntamiento.
(14) Inventario de incautación de Los Mártires: Una máquina sembradora, 2 máquinas, una en buen estado y otra inservible, una ajuria y otra cruz, dos transformadores eléctricos, tres arados, dos límpias de aceituna, una báscula, un motor y molino para triturar orujo, un trillo, seis viergos de hierro, una grada de estrella, una yunta de mulos con sus aparejos, un burro, dos yeguas, una con su cria, dos caballos, dos yuntas de vacas mansas, tres crias una añeja mansa, 42 vacas grandes, tres toros sementales, dos carros, un rastrillo, 24 lechones, dos azadas, dos hachas y dos hocinos. Fuente: Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla. Sumario 3067.
(15) Diario de Mateo Solís Rodríguez, escrito en la prisión-catedral de Jaén entre 1936-1939.
(16) Diario de Murcia de 3 de octubre de 1890, “El liberal” de Murcia de 18 de septiembre de 1924. Fuente: Ministerio de Cultura, Prensa Histórica.
(17) Boletín Oficial de la Provincia de Jaén de 12 de diciembre de 1947, página 2200.
(18) Boletín Oficial del Estado de 4 de septiembre de 1952; número 248, páginas 4040 y 4041.
(19) Según el testimonio de su nieta, María Dolores Pérez Pérez, hija de Juana Pérez Castro, la abuela Inés fallece el 22 de febrero de 1954, en Córdoba, donde reposan sus restos en el cementerio de San Rafael.
(20) Diario ABC, de 20 de febrero de 1956.
(21) Recuerdos de su infancia y juventud de María Dolores Pérez, hija de Juana Pérez Castro y de Ricardo García Pérez, hijo de Rafaela Pérez Castro, ambos nietos de Jerónimo Pérez y de Inés Castro.
(22) Recuerdos de Manuel Alférez Alcalá, trabajador en su juventud en “Santa Isabel. Manuel nació el 25 de abril de 1936”.
(23) Testimonio de Santiago Galán Osuna, hijo de Carmen Osuna Galiot “La Serrana”.
(24) Testimonio de Alfonsa Lozano Galán hija de Micaela Galán. Micaela y Antonio Lozano “Muñeco” tuvieron a Alfonsa, Pedro, Carmen y Francisco, este último nació cuando dejaron la casería.
(25) Recuerdos de Santiago Galán Osuna.
(26) José Pérez falleció en Chiclana de la Frontera el 5 de febrero de 2000 cuando apenas hacía unos meses que se habían mudado desde Marmolejo. Rosario Jiménez nacida en Córdoba, junto a la plaza de la Corredera, el 24 de octubre de 1930, falleció en Chiclana el 18 de abril de 2021. (Testimonio de su hijo Enrique).
(27) Esta división de la finca se realiza según escritura particional realizada por Jerónimo Pérez Pérez, en 1964.
Bibliografía:
-Perales Solís, Manuel: “La Villa de Marmolejo en el reinado de Alfonso XII”. Edita: El autor. Imprenta Reca. Marmolejo 2002.
-Perales Solís, Manuel: “La Memoria Rescatada (1931-1951): 2ª República, Guerra Civil y Postguerra en Marmolejo”. Edita el autor. Imprime Gráficas Unigraf de Villa del Río, año de 2007.
-Perales Solís, Manuel. “Las monterías en Sierra Morena: una cacería en el Socor”. Artículo publicado en la web “El lugar de Marmolejo”, año 2015.
-Moreno Gómez, Francisco: “La resistencia armada contra Franco”. Editorial Crítica, Barcelona, año 2001.
-Araque Jiménez, Eduardo y Sánchez Martínez, José: “La propiedad de los montes en Sierra Morena occidental (Jaén), a través de algunas fuentes documentales”. Trabajo publicado en Revista “Elucidario”, nº 1. Marzo 2006.