El movimiento obrero en el Alto Guadalquivir en la obra de Juan Díaz del Moral

-Manuel Perales Solís-

  En nuestro entorno más cercano, constituido por los municipios vecinos de  la comarca cordobesa del Alto Guadalquivir,  se iba a producir en el último tercio del siglo XIX, el resurgir de las primeras organizaciones de clase como instrumento imprescindible en la lucha por alcanzar mejores condiciones de vida, por parte de los obreros artesanos y los jornaleros del campo. Esa lucha se plasmaría con el paso de los años en una serie de actos societarios acordados en el seno de las organizaciones obreras de la campiña cordobesa donde básicamente se debatían los objetivos a alcanzar y las estrategias para conseguirlos. En el caso del área geográfica que nos ocupa hay que resaltar el predominio del movimiento obrero de ideología anarquista  que mantuvo abiertos activos centros obreros, aunque también tendrían cierto eco, desde bien temprano, las doctrinas demócratas-socialistas de tendencia republicana y las propiamente socialistas.
  La historia de estos primeros pasos del movimiento obrero campiñés los conocemos gracias a la mítica obra del notario bujalanceño Juan Díaz del Moral “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas”, a quien a continuación me voy a referir. 
  Juan Díaz del Moral nació en Bujalance el 24 de enero de 1870 en el seno de una familia de campesinos. A pesar de los recursos limitados de los padres estudió sin embargo el bachillerato en el colegio de la Asunción de Córdoba, emprendiendo después estudios de Filosofia y Letras y Derecho en la Universidad de Sevilla. En dicha Universidad ejerció como profesor de Metafísica manteniendo buenas relaciones con Federico de Castro,  uno de los máximos exponentes del krausismo en esa ciudad, y con Francisco Giner de los Ríos, entrando en contacto con los planteamientos reformistas de la Institución Libre de Enseñanza. En 1898 se trasladaba a su pueblo natal para hacerse cargo de la notaría local hasta 1935. Durante la Segunda República fue elegido diputado por la provincia de Córdoba en las listas de la Agrupación al Servicio de la República en junio de 1931. Este protagonismo a favor del régimen republicano causó su traslado forzoso a Caravaca de la Cruz una vez acabada la Guerra Civil. Fallecía en Madrid en 1948.

  Rememorando la figura y la obra del notario bujalanceño, el historiador Manuel Tuñón de Lara, escribía en el diario El País, en 1980, la siguiente reseña con motivo de un encuentro de historiadores y sociólogos celebrado en Bujalance y en Córdoba a finales de abril de ese año:
  “Cualquier estudioso de la historia sabe que el año 1929 constituye una fecha clave  para nuestra disciplina porque en él aparece la revista “Les Annales d`Histoire Económique et Sociale”, dirigida por los profesores Lucien Febvre y Marc Bloch, que asestará un golpe decisivo a la historia episódica del tiempo de nuestros padres y abuelos y abrirá la transición entre la historia relato y la historia como problema a  comprender y explicar. Sin embargo son muchos menos los que saben que ese mismo año tiene también que marcarse con piedra blanca en la historiografía española (y particularmente en la historia social) porque en él ve la luz la obra de Juan Díaz del Moral. Diríamos que era de esa estirpe de notarios que en nuestra edad de plata de la cultura hemos tenido, como Joaquín Costa, Julio Senador o Blas Infante, que han levantado acta del drama de nuestra tierra.
    Pero con ser mucha la calidad intelectual de Díaz del Moral y la amplitud de horizontes de quien, por un lado, tocaba los terrones de los olivares cordobeses y, por otro, no perdía el contacto con los amigos de la Institución y de Revista de Occidente, la significación de su Historia desborda ampliamente esos niveles; dicho lisa y llanamente: no se pueden escribir dos cuartillas sobre historiografía social española, sin hablar, no una, sino varias veces, de don Juan Díaz del Moral”.

 

Portada del libro de Juan Díaz del Moral, según la edición de 1973. 
Juan Díaz del Moral (Bujalance,1870-Madrid, 1948).
Fuente: Cordobapedia

Los orígenes de las luchas campesinas:

 Entrando ya en los entresijos de su obra mítica “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas” a la que hacía referencia Tuñón de Lara, iremos descubriendo como el autor  va analizando el resurgir y el desarrollo del movimiento obrero cordobés desde la Revolución de 1868, hasta los años de su máxima expansión en el trienio de 1918 a 1920, interesándose, como una parte más de un todo, por los episodios claves del movimiento societario montoreño y de los pueblos de su comarca. 
   Así pues nos dice que durante la Revolución de Septiembre de 1868, “arraigaron en Córdoba y provincia las doctrinas del foco madrileño de demócratas socialistas liderado por Fernando Garrido. El Partido Demócrata contaba con adeptos en pueblos como Villa del Río y Montoro donde  floreció un núcleo demócrata de tendencia republicana, de manera que el tres de diciembre de 1868 tendría lugar una manifestación republicana por las calles de  Montoro, al frente de la cual iba don Francisco Leiva, líder de los demócratas republicanos cordobeses, quien dirigió la palabra a la curiosa muchedumbre. Al pasar por las Casas Consistoriales (1) sonaron unos vivas y mueras, y la fuerza pública que custodiaba el edificio, creyendo ser agredida, disparó sus armas contra la multitud, cayendo dos muertos y ochos heridos. Los manifestantes corrieron despavoridos a encerrarse en sus casas y dos escribanos del juzgado fueron presos y sumariados”. 
   Después de la represión de Montoro, el Partido Demócrata se limitó a continuar de manera moderada con la propaganda de sus ideales que lentamente fueron abriéndose camino en algunos pueblos como Aguilar, Montilla y Córdoba. Los pequeños propietarios, profesionales, comerciantes, militares retirados o en la reserva, y algún que otro trabajador, a quien se suponía gran influencia entre sus compañeros, constituyeron los cuadros de los demócratas-socialistas, aunque en general las masas obreras todavía permanecieron alejadas, en un primer momento, del nuevo ideario.
 

Periodo de 1890 a 1892:

El zapatero Juan Palomino Olalla, oriundo de Bujalance, difundió el anarquismo desde 1900 por los pueblos  de la comarca como Adamuz, Bujalance y Montoro. Fuente: Cordobapedia.

  De 1890 a 1892, en plena restauración alfonsina, se produce  un efímero resurgimiento del obrerismo anarquista en la campiña cordobesa que desde 1883 había tenido cierto eco en localidades  como Bujalance, Villa del Río y Montoro, donde en marzo de ese año eran detenidos cuatro activistas obreros pertenecientes a la Unión de Trabajadores del Campo,  asociada a la Primera Internacional. Por entonces el entusiasmo de la capital encontró muy poco eco en los ámbitos rurales, a consecuencia de la competencia del movimiento republicano que se iniciaba en muchos de ellos tras los resultados favorables obtenidos en las elecciones municipales y generales y que dio lugar a que se erigieran casinos republicanos en Bujalance y Montoro (1891).

   Por su parte destaca el historiador bujalanceño como el obrerismo de inspiración católica alentado por el pontificado de León XIII, situó al catolicismo en una nueva actitud ante los problemas obreros. Se trató desde entonces de suavizar las pugnas entre capital y trabajo movilizándose las milicias eclesiásticas para atraer al seno de ellas a los trabajadores manuales. A fines de 1876 el obispo Fray Ceferino González daba instrucciones al clero de la provincia para que se organizasen los Círculos Católicos de obreros y en ese año quedaron erigidos diversos Círculos en la capital y en los pueblos de la provincia. El de Montoro no se constituyó hasta 1882, junto al del Carpio y Castro del Río. 
  Entre los fines de las organizaciones católicas, sobre todo en  la etapa posterior de mayor tensión reivindicativa,  encontramos sin lugar a  duda, la búsqueda de la conciliación de burgueses y proletarios respecto a los salarios, paros, socorros a la enfermedad y a la invalidez. En marzo de 1919 se constituía la Federación Provincial Católico-Agraria, con más eco entre los pueblos de la sierra que de la campiña. En ese sentido ni en Montoro, ni en Villa del Río existieron según Díaz del Moral organizaciones sindicales adheridas a dicha Federación. 
 

Periodo de 1893 a 1909:

  Entre 1893 a 1909 vamos a asistir a la expansión y consolidación de las sociedades obreras de inspiración anarquista en casi toda la campiña cordobesa  espoleadas por las graves crisis agrarias de este periodo. En Montoro había resultado especialmente dura la situación en el campo en  el bienio de 1897 a 1898 con malas cosechas por la falta de lluvias, y el estado de paro y necesidad  extrema entre la clase jornalera. Se detectan en estos años un aumento de los casos de robos y pequeños hurtos de alimentos y aves de corral  en el campo, incluso de agresiones a individuos de la clase patronal,  que mueven a las autoridades locales a adoptar medidas excepcionales para remediar el problema de carestía de los alimentos básicos (fundamentalmente trigo para harina) entre la población jornalera. En ese sentido se muestra paradigmático el suceso recogido en la prensa en enero de 1897, referido a la situación de los obreros que trabajaban en obras de la carretera de la sierra de Montoro: “Días pasados el capataz de línea de la carretera de la sierra de Montoro, Anastasio Lahaba, al suspender los trabajos, a la hora de comer, observó que ningún trabajador comía; pero preguntando el capataz por qué no tomaban la merienda, contestaron lo harían a la noche, cuando hubieran cobrado. Inmediatamente repartió dicho capataz su comida y cuanto pan pudo encontrar, manifestándoles que les anticiparía lo necesario para que se alimentaran y lo que le hiciera falta para ropas y zapatos” (2).
 

Hacia el mes de agosto de ese mismo año la situación de crisis de trabajo era noticiada por  el corresponsal del “Diario Córdoba”, Manuel Rosal, a consecuencia de  la mala cosecha de aceituna  prevista para el invierno: “Hace algunos días que varios labriegos vienen visitando al señor Alcalde en demanda de trabajo. Dicha autoridad ha estudiado los elementos con que podría contar para solucionar esta, hasta hoy pequeña cuestión; pero el día 28 de julio último, a las seis de la mañana, los trabajadores en número considerable, se presentaron en el domicilio del señor Alcalde, el que con las formas más corteses, les manifestó que se retiraran, que nombrasen una comisión, a la cual le prestaría audiencia en el Ayuntamiento prometiéndoles atender a su petición, como así se efectuó a las once de la mañana, conferenciando con los que asistieron”. 
   Para tratar el tema se convocó a la Corporación Municipal y a un gran número de los mayores contribuyentes montoreños. Las medidas acordadas, tras intensa discusión, fueron las del alojamiento de los obreros en las fincas de los mayores contribuyentes, aunque estos se manifestaron bastante reacios al alegar que había sido nula la cosecha de aceituna y su estado financiero también era precario. Finalmente se convino el alojamiento, distribuyendo a los jornaleros en número de tres entre los 135 propietarios que pagaban cantidades superiores a 500 pesetas  en la cuota de rústica, y uno sólo en las cuotas más bajas hasta 250 pesetas.

   Estas situaciones límites por la que cíclicamente atravesaba el elemento obrero,  abonaron el terreno para la difusión del anarquismo y del socialismo en los tajos y el surgimiento de sociedades obreras dispuestas a defender sus intereses de clase. La actividad propagandística fue incesante  y se invitaron a los más preclaros líderes provinciales y regionales a visitar las sedes de las sociedades obreras de inspiración anarcosindicalista. El zapatero de origen bujalanceño Juan Palomino Olalla (3), difundía el anarquismo en 1900 por pueblos como Adamuz, Montoro y Bujalance. “A parte de la labor que hicieron los viejos anarquistas de la etapa de la Primera Internacional, la verdad es que los sembradores más eficaces fueron los periódicos y folletos y que a la fecundidad del suelo y su aptitud extraordinaria para la germinación del anarquismo se debió,  la cosecha maravillosa”. 
  En sus viajes a la capital o a otro pueblo ya convertido, el campesino campiñés se ponía en contacto con compañeros de oficio, recientes devotos del credo anarquista, o veteranos de movimientos  anteriores, y oía de sus labios apasionadas alabanzas de la nueva doctrina y recibía de sus manos ejemplares de la prensa libertaria. “En el campo, en los albergues y caseríos, dondequiera que se reunían campesinos, a las habituales regocijadas conversaciones de variados asuntos había sucedido un tema único, tratado siempre con seriedad y fervor: la cuestión social. En los descansos del trabajo (los cigarros) durante el día, y por la noche, después de la cena, el más instruido leía en voz alta folletos o periódicos, que los demás escuchaban con gran atención; luego venían las peroraciones corroborando lo leído y las inacabables alabanzas”.
 

  A partir de 1903 se iban a constituir numerosas sociedad obreras; al Gobierno Civil de Córdoba llegaban sin cesar reglamentos de las nuevas entidades campesinas. La mayoría no eran sociedades de resistencia al capitalismo, sino cooperativas benéficas, de socorros mutuos y de instrucción. Por regla general, no recibían aún inspiraciones anarquistas. En Montoro se constituyó la Sociedad “La Benéfica” (4). Todavía en los años siguientes se organizaron Círculos Obreros en varias localidades de la provincia,  y en Montoro se instituyó el Centro Obrero de Estudios Sociales en mayo de 1905.
 
  El movimiento huelguístico  continuó propagándose desde la primavera de 1903 en los pueblos donde la propaganda libertaria había echado hondas raíces. A fines de abril los alcaldes de Baena, Cabra, Posadas y Montoro, hicieron abortar huelgas de campesinos, dando ocupación a los parados que en manifestaciones tumultuarias acudían a los Ayuntamientos. La misma situación de paro continuaba en 1905. 

  En el mes de marzo, después de veinte o veinticinco días sin trabajo, en pueblos como Bujalance, Espejo y Montoro, los obreros se lanzaron a la calle pidiendo limosnas. La inmensa mayoría no invocaba ya la caridad ni el nombre de Dios, como antes; demandaban socorro para los obreros parados; otros se presentaban en los cortijos pidiendo trabajo, y algunos detenían a los conductores de comidas para las fincas y les exigían pan, que casi siempre les daban. En abril y mayo la crisis se agudizó en términos gravísimos.  En Bujalance, por ejemplo, cita Díaz del Moral, “que los trabajadores inventaron un sistema que les dio resultado algunas semanas: se organizaban espontáneamente cuadrillas de trabajadores y hacían en las fincas deficientemente cultivadas las labores necesarias; por las noches se presentaban a cobrar los jornales en casa de los dueños, que, aún no habiendo solicitado trabajo, les pagaban sin protestar, intimidados por la resuelta actitud de los agrupados. Al cabo de unos días los patronos empezaron a resistirse, advirtiendo que no pagarían, y entonces cesó también este recurso”.   Esta situación se prolongó hasta el verano en que el notario bujalanceño da cuenta de las reivindicaciones obreras en diversos pueblos de la campiña y una manifestación obrera en Montoro.

En 1906 la propaganda libertaria, la prensa y la literatura anarquista se recibieron e hicieron adeptos entre los obreros  de las sociedades de resistencia o cooperativas como la Cooperativa Intelectual de Córdoba, la Cooperativa “La Unión”, de Baena; “La Benéfica” de Montoro y las sociedades “La Verdad”, y “La Rectitud” de Puente Genil.   Ese año la situación de crisis de trabajo llevó a  algunos de los titulares más importantes de los capitales agrícolas latifundista a adoptar actitudes solidarias con la situación de penuria de la masa trabajadora de los pueblos. En Montoro, por ejemplo, la condesa de la Vega del Pozo,  propuso medidas de reparto de trabajo y de alimentos que tuvieron eco en el “Diario Córdoba” del 9 de abril: “La Excma. Sra. condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, ha autorizado a su administrador Francisco Moreno Ojeda para que mientras duren las circunstancias críticas porque atraviesan los obreros de Montoro, a causa de la escasez de trabajo, reparta limosnas que consisten en 65 céntimos de peseta diarios para cada uno de los necesitados. Estos socorros se reparten con intervención de la autoridad municipal y eclesiástica, en bonos, los cuales, los hacen efectivos los interesados en las tiendas a cambio de artículos de primera necesidad”.  

   Tras los movimientos de estos años “los obreros dieron un gran paso en el camino de su ascensión hacia una vida mejor. Las muchedumbres campesinas despertaron de su sueño secular, como dicen los agitadores y recibieron su bautismo de fuego en las luchas sociales. Sería un error suponer que la enorme depresión del obrerismo en el cuatrieño 1906-1909 borró las huellas de aquella exaltación: quedó de ella la enseñanza del irresistible poder de la solidaridad; quedaron las lecciones insustituibles que proporciona la derrota; quedó la reforma de costumbres y la supresión de vicios en ciertos sectores obreros; quedaron las mejoras materiales conquistadas y quedaron núcleos de militantes que con tenaz esfuerzo prepararon la exaltación de 1918 y fueron sus directores.”
 

   En 1913 refiere Diaz del Moral la celebración de un acto público del campesino bujalanceño Tomás Martínez en el Centro Republicano de Montoro. Este dirigente tuvo gran influencia en la difusión del sindicalismo anarquista en nuestra comarca junto a Manuel Pérez Pérez. El discurso bamboleó la entidad de la cual surgió la sindicalista de orientación anarquista, Sociedad de Oficios Varios La Aurora el 25 de noviembre de 1913. En enero del siguiente año, estuvo en la sociedad La Aurora el campesino sindicalista sevillano Manuel Pérez  que visitó también la “Luz del Porvenir” de Bujalance y a los trabajadores de Cañete: “Su táctica propagandística se parecía algo a la empleada un tiempo por los nihilistas: en los pueblos donde no existía organización o se encontraba decaída, se presentaba en los cortijos y caseríos, tomaba parte en el trabajo y si era preciso y por las noches y en los descansos predicaba a los obreros. Tal hizo en el cortijo de Pantoja, término de Cañete, en su excursión de principios de 1914”.

El trienio bolchevique (1918-1920):

  En el año 1917 llegaba a su punto más bajo la curva descendente del movimiento obrero cordobés, sin embargo a fines de dicho año la prensa burguesa y la prensa obrera esparcieron a los cuatro vientos el relato de que en Rusia los bolcheviques se habían hecho dueños del poder público y de la noche a la mañana aplastaron a la burguesía e instauraban un régimen netamente proletario disponiéndose a ajustar la paz con Alemania. La noticia produjo el efecto de un explosivo entre los militantes del proletariado español, especialmente entre sindicalistas y anarquistas andaluces. 
   En los tres primeros meses de 1918  la actividad organizadora no cesaba en los diferentes pueblos de la campiña cordobesa y en la sierra: en marzo surgía  una nueva entidad sindicalista, “El Despertar del Obrero” y la “Sociedad de Oficios Varios” de Montoro. “El Despertar del Obrero” afectada por las discordias y rencillas personales entre afiliados obreros fue sustituido por el sindicato obrero “Centro de Estudios Sociales”. 
  En marzo de 1918 reanudaba sus viajes  de propaganda el dirigente socialista Juan Palomino Olalla, asistiendo a un mitin en Montoro, en el que hablaron también oradores anarcosindicalistas. 
 

El dirigente anarquista José Sánchez Rosa, maestro racionalista y difusor del anarcosindicalismo, visitaba Montoro en el verano de 1918 para intentar convencer a los trabajadores más reacios para que se unieran a la lucha revolucionaria, en pro de alcanzar  mejoras sociales y laborales.

Fuente: Wikipedia.

   En el verano de 1918, apunta Díaz del Moral, el dirigente anarquista José Sánchez Rosa (5), maestro racionalista y difusor del anarcosindicalismo en  gran parte de Andalucía visitaba Bujalance, Montoro,  Castro del Río y Baena para animar a los obreros reacios a apoyar la revolución en el campo. 
   Al Congreso de Castro del Río celebrado los días 25, 26 y 27 de octubre de 1918, concurrieron o se adhirieron casi todas las organizaciones sindicalistas campiñesas constituidas, y algunas socialistas, y varias de las provincias limítrofes. Aquella Asamblea fijó el programa mínimo que había de servir de bandera para la lucha a seguir en los siguientes meses, decretándose que no excediera de ocho horas la jornada de las fábricas aceiteras excepto en las de viga y en aquellas cuya maquinaria no consintiera elaborar más de quince fanegas; se recomendó la instauración de escuelas en los Centros obreros y se protestó contra la omisión de los agricultores en la ley de Accidentes de Trabajo. Así mismo se establecieron normas comunes para las huelgas campesinas que se iban a  plantear. De los pueblos representados en esa Asamblea declararon finalmente la huelga 27 pueblos entre los que se encontraba Montoro que acudió con delegados de ideología anarcosindicalista.
    Los días 25, 26 y 27 de diciembre de 1918, Montoro también estuvo representada en el sexto Congreso de la Federación Nacional de Agricultores junto a poblaciones de su comarca como Bujalance, Cañete o Adamuz. En enero de 1919 la Federación Regional Andaluza de la CNT, celebró en Sevilla,  una asamblea a la que asistieron delegados de Nueva Carteya, Almodóvar, Espejo, Adamuz, Castro del Río, Fernán Núñez, enviando su adhesión localidades como Montoro, Pedro Abad y Carcabuey.

 Hacia el otoño arreciaban varias huelgas en el campo: a principios de octubre huelgan los campesinos de Montemayor, Fernán Núñez, Espejo, Nueva Carteya, Posadas; piden trabajo en Adamuz o recorren las calles en manifestación tumultuosa en Montoro. El siete de noviembre volvía a celebrarse un huelga general que paralizaba la vida económica de 34 pueblos de la campiña, entre ellos Montoro donde el día 15 de noviembre aún luchaban los huelguistas por conseguir las mejoras laborales reivindicadas en  Castro del Río, “donde se redactaba el programa mínimo que habría de servir de bandera a los luchadores: abolición del destajo; preferencia de los trabajadores del pueblo sobre los forasteros para las labores pertenecientes a los patronos del mismo pueblo, aunque las fincas radicaran en otro término municipal; dejar libertad a las organizaciones para que cada cual fijara los salarios de la temporada de invierno como creyera oportuno y exigir a los patronos el darles ocupación a los obreros parados, hasta tanto que la tierra sea de los que la trabajan”. Finalmente la huelga fue terminando según se iban firmando con la patronal las bases de trabajo, hecho que ocurrió en Montoro el día 16 de noviembre.
   Estas convocatorias de huelgas del otoño de 1919 realizadas en el arranque de la recolección de las aceitunas, también tuvieron eco en municipios jiennenses limítrofes a la comarca cordobesa del Alto Guadalquivir, entre ellos. Marmolejo, Lopera y Porcuna. En muchos casos significaron el estreno en la lucha campesina de jóvenes afiliados obreros que años después fraguaron como líderes políticos en la etapa republicana. 
 

  “En la primavera de 1919, el proletariado cordobés, ardiendo en espíritu bélico, se disponía a emprender la conquista del vellocino de oro. Tal era la fiebre de las masas que los líderes tuvieron que cambiar la espuela por el freno”. Los mítines eran innumerables. Aparte de los oficiales en las Sociedades obreras, en todos los sitios donde se reunían campesinos se discurseaba o se hablaba acaloradamente de la cuestión palpitante. Además de las frecuentes reuniones de cada asociación, solían celebrar mítines las de los pueblos vecinos. Por ejemplo el 13 de octubre  en Villa del Río asisten trabajadores de Montoro y Bujalance; a los de Pedro Abad van con frecuencia los del Carpio; a los de Bujalance, los de Cañete y viceversa y así con diversos pueblos de la provincia. Las movilizaciones y las huelgas se volvieron a repetir a lo largo de la primavera de 1920 en toda la campiña y en la comarca del alto Guadalquivir.
 
   Durante estos años que Díaz del Moral denominó del “trienio bolchevique” la literatura anarco-sindicalista inundó toda la región cordobesa. Cuando se visitaban organizaciones de ideología socialistas se ven en sus estantes publicaciones anarquistas casi en tanto número como las de su partido, y en algunas localidades de la sierra, afiliadas al socialismo, se encuentran obreros de bastantes lecturas sindicalistas, que no conocen los folletos socialistas. “En los pueblos del centro de la campiña se leía incesantemente: de noche en los caseríos, de día en la besana; durante los descansos (cigarros) se observaba siempre el mismo espectáculo: un obrero leyendo y los demás escuchando con gran atención. Un periódico era el regalo más agradecido que podía hacerse a un obrero que estuviera de varada. Con la comida llevaban los jornaleros en las alforjas algún folleto o algún periódico. En cualquiera de los pueblos sindicalistas se recibían muchas centenas de ejemplares de la prensa de sus ideas, que compraban hasta algunos que no sabían leer”.

 Singularidades de las sociedades sindicalistas y socialistas:

  Nos describe el notario bujalanceño las diferentes características que reunían las sociedades obreras socialistas y las sindicalistas o anarquistas en esta época. Esas diferencias se detectan incluso en la organización de los espacios interiores de las Casas del Pueblo. Propias o arrendadas, las casas de matiz socialista se distinguen de las sindicalistas por ciertos signos que revelan  fielmente los temas de propaganda respectivos. “Al entrar en las Casas del Pueblo socialistas lo primero que se encuentra es una taberna disfrazada a veces, con el nombre de restaurante. Ni por excepción se encuentran tabernas en las casas sindicalistas. Los socialistas combaten enérgicamente el juego, llegando a procedimientos extremos para impedirlo. En cuanto al alcoholismo los socialistas aspiran, cuando más a evitar caer en sus excesos aunque se muestran más tolerantes que los anarcosindicalistas ante su consumo. En cambio los sindicalistas han hecho de las propagandas contra el juego y contra las bebidas alcohólicas temas centrales de sus predicaciones.
   Otra nota diferencial de las organizaciones socialistas y sindicalistas provinciales es la escuela. El sindicalismo español  sigue creyendo, como sus inspiradores anarquistas, que la cuestión social es un mero problema de conocimiento. No hay mitin, ni periódico, ni folleto de propaganda que no contenga calurosas excitaciones a redimirse de la ignorancia, fuente de todo mal. La adquisición de libros en común y la difusión de la prensa obrera motivan con frecuencia la formación de grupos libertarios. Obedeciendo a estas inspiraciones las sociedades sindicalistas de la provincia suelen instalar escuelas en su domicilio social. Es el caso de localidades como Montoro, Castro del Río Fernán Núñez y Montemayor así como otras muchas en el valle de los Pedroches.

  Por su parte las entidades obreras de matiz socialista entendían, con carácter general, que la instauración de escuelas era función del Estado, y no de las Asociaciones Obreras, aunque en algunos pueblos como Montilla y  Puente Genil dieron enseñanzas maestros particulares a los hijos de los afiliados obreros. En otros lugares como en Córdoba funcionó una escuela laica, subvencionada por el Municipio y por las Sociedades Obreras dirigida por el maestro de instrucción primaria y diputado provincial Eloy Vaquero Cantillo (6). La presencia de estas escuelas laicas fue mucho más frecuente en localidades de la provincia de Jaén, donde el socialismo se difundió de manera casi hegemónica frente al anarquismo de la mano de líderes que, como José Lorite Castor,  contemporáneo de Pablo Iglesias y maestro de primaria, fueron incansables animadores de la fundación de Centros obreros como los de Marmolejo y Porcuna.
   Durante el trienio Bolchevique nos encontramos en la provincia de Córdoba  con tres tipos de asociaciones obreras campesinas: las sindicalistas, las socialistas y las indefinidas o neutrales. Montoro al igual que Cañete de la Torres, Bujalance, El Carpio, Pedro Abad, Villa del Río, etc,  tuvo una sociedad obrera de inspiración anarcosindicalista. La mayoría de estos pueblos que tuvieron una fuerte tradición anarquista y sindicalista, habían sido los principales actores de la agitación de principios de siglo y mantenían relaciones constantes con la prensa y con las organizaciones regionales y nacionales del sindicalismo.
    

 NOTAS:

(1) En esas fechas, nos dice Criado Hoyo, el Ayuntamiento había sido elegido por la Junta Revolucionaria y por el pueblo en 2 de octubre de 1868 y estaba gobernado por un equipo de gobierno presidido por D. Pedro Garijo Aljama acompañado por los tenientes de alcalde D. Juan Serrano Garijo, D. Patricio González Medina y D. Julián de Isla Toledano. Fuente: “Apuntes para la Historia de la Ciudad de Montoro”, de Manuel Criado Hoyo. Editan: Diputación Provincial de Córdoba y Ayuntamiento de Montoro. Año 1997.
(2) Noticia publicada en El diario Córdoba del día 26 de enero de 1897.
(3) Juan Palomino Olalla nace en 1872, político y zapatero de profesión. Fueron sus padres, Francisco y Ángela naturales de Bujalance. Juan Palomino es cordobés. Hace el servicio militar en Sevilla, donde contrae matrimonio y vuelve a Córdoba a principios del Siglo XX estableciéndose como artesano zapatero en la Calle Juan Valera. En su juventud fue activo propagandista del anarquismo.
Con posterioridad 1910 se adscribió al incipiente socialismo cordobés de la mano del catedrático del Instituto de Córdoba Juan Morán Bayo, desde muy pronto desarrolló una intensa labor cuyos frutos más importantes fueron la reorganización de la Agrupación Socialista de Córdoba y la fundación de un importante número de Sociedades Obreras inspiradas en los principios del socialismo español. Organiza a los camareros, cocineros y similares y a los ferroviarios de la capital. Valiéndose de su obrerismo anterior, delegaron en él para difundir en los pueblos de la provincia las ideas socialistas y así ganarse determinados sectores del proletariado. Fuente. Cordobapedia
(4) “La Benéfica” de Montoro se adhería en febrero de 1903 a la Confederación Andaluza de Organizaciones Obreras según daba cuenta el diario “El liberal” menorquino el día 3 de febrero de 1903.
(5) José Sánchez Rosa nace en Grazalema, el 22 de octubre de 1864, siendo el menor de una familia numerosa. Creció en la más extremada pobreza, por lo que desde pequeño se vio obligado a trabajar en el campo como peón. Muere fusilado en Sevilla, el 1 de agosto de 1936, pocos días después de iniciarse la Guerra Civil española. Fue un andaluz famoso y querido en su época, cuyo recuerdo fue sistemáticamente borrado de la historia tras la Guerra Civil (1936-1939).
Hijo de un zapatero, al que por las noches ayudaba a remendar zapatos, a la edad de trece años leía en voz alta a los campesinos andaluces analfabetos los periódicos y la propaganda libertaria y revolucionaria que llegaba a sus manos. Desde niño destacó en la escuela por ser uno de los alumnos más aventajados, y por poseer una inteligencia muy por encima de lo normal, pese a lo cual, sólo llegó a cursar dos años de primaria.
De su gusto por la lectura y su afán por aprender, dice Juan Díaz del Moral, le vino su vocación por hacerse maestro, pero nunca llegó a tener el título oficial, a pesar de lo cual fue reconocido como maestro, en su tiempo y en el recuerdo. En su figura se conjugan las ideas de justicia social, propagandista, organizador y maestro de trabajadores.
Alentó la creación de escuelas racionalistas para hijos de obreros por las mañanas, y para adultos por las noches. Abrió numerosas escuelas en Tánger, Campo de Gibraltar, Dos Hermanas y Aznalcóllar, incluso en su propio domicilio, en Sevilla, donde fundó una biblioteca para los trabajadores, en la calle Enladrillada, y más adelante, en la plaza de la Mata. Su escuela era laica, no dogmática, se impartía la coeducación, la formación integral del hombre, su fe en el progreso científico y el desarrollo de los principios de una educación basada en el respeto y el amor a los semejantes.
Participa en las luchas sociales de finales del siglo XIX principios del XX en el marco de Jerez, lo que le provoca detenciones y encarcelamientos. Conoce en la prisión de Cádiz a Fermín Salvochea (1842-1907), que es considerado su maestro ideólogo. Sus ideales anarquistas van unidos al afán educativo y a su compromiso con la cultura popular; y buena prueba de ellos son sus publicaciones, dirigidas al trabajador analfabeto y oprimido.
En el verano de 1918 viaja por Bujalance, Montoro, Castro del Río, Baena y Priego, entre otras localidades, intentando convencer a los trabajadores más reacios para que se unieran a la lucha revolucionaria y orientando a las organizaciones ya creadas, mostrándoles instrumentos de lucha y aconsejándoles las medidas que debían tomar durante las huelgas de brazos caídos y brazos lentos, que eran, en ocasiones, las únicas armas que poseían.
Los elementos de propaganda más importantes que Sánchez Rosa y otros líderes anarquistas utilizaron, fueron los periódicos y los folletos. Los folletos de Sánchez Rosa alcanzaron gran difusión, y se publicaron innumerables ediciones. En los descansos entre peonadas, cuando los jornaleros «echaban el cigarro», era muy frecuente ver a un obrero leyendo el periódico y a los demás sentados a su alrededor escuchando atentamente.
(6) Véase su biografía en cordobapedia.wikanda.es/eloyvaquerocantillo